miércoles, 5 de noviembre de 2008

Asentando ideas


Mientras esperaba la pregunta que me permitiera expresar el desagrado máximo que me había producido aquello, mi mente empezó a divagar sin aviso previo. Ya sabes, esas imágenes tan reales típicas de la duermevela que no recuerdas nunca más.


Volví a pasear por los bosques que me vieron curtirme como persona, aquellos que me veían correr todas las mañanas a las 9 pringándome de barro hasta las pestañas. Aquello olía siempre a tierra mojada, incluso en junio; y cuando levantabas la vista el sol pasaba por aquellas hojas verdes, perennes, tan altas... Siempre y cuando no estuviera lloviendo, claro.


En ese momento, a oscuras, boca arriba y tocándo los huesos de mis caderas, volví a Southampton y no se por qué. El caso es que allí decidí tantas cosas que le dí un vuelco importante a mi vida, descubrí y experimenté tantas otras que cambié mi forma de ver el mundo, reforcé mi necesidad de independencia y, lo más importante, saqué, moldeé, perfilé y empecé a dibujar el boceto de una mujer. Ya no era adolescente nunca más.


1 comentario:

ababsurdo dijo...

madurez pura y dura